The Revenant (El renacido)
Los hechos que la inspiran ya han sido material para la
leyenda. La increíble travesía de Hugh Glass ha servido de base para películas
y novelas. Es con base precisamente en una de esas novelas, The Revenant
de Michael Punke, que Mark Smith y González Iñárritu realizan su versión. Para
la película, añaden elementos dramáticos para justificar la venganza que mueve
al protagonista. Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) estuvo viviendo con los
indígenas Pawnee y tuvo un hijo mestizo, Hawk (Forrest Goodluck), quien se ha
convertido en su compañero de trabajo. En una expedición de tramperos
estadounidenses padre e hijo son sorprendidos por los Arikara, lo que obliga a los expedicionarios a detenerse
y huir terriblemente diezmados. Glass actúa como guía de los sobrevivientes
hasta que es atacado violentamente por un oso. Malherido, el pronóstico no es
alentador. El capitán de la expedición Andrew Henry (Domnhall Gleeson) decide
dejarlo a cargo de Bridger (Will Poulter), Fitzgerald (Tom Hardy) y Hawk, con
el objeto de que lo cuiden y que, de no sobrevivir, lo entierren adecuadamente.
Fitzgerald tiene otros planes. A la menor oportunidad intenta matar a Glass,
pero sorprendido por Hawk, asesina al hijo del protagonista. Aduciendo la
cercanía de los Arikara, Fitzgerald convence a Bridger de abandonar a Glass a
medio enterrar. La determinación del protagonista lo hará mantenerse con vida y
atravesar el inhóspito terreno invernal que lo separa de Fitzgerald. The
Revenant es un relato de supervivencia y venganza en medio de condiciones
hostiles, pero también es uno que intenta contar el viaje de redescubrimiento
de su protagonista para que encuentre una verdad existencial.
El inicio del largometraje da indicios de las intenciones
del director. Primero vemos una secuencia onírica que muestra en
cuidadas imágenes a Glass y su familia indígena. Inmediatamente después pasamos a
una larga secuencia en la que somos testigos del ataque Arikara como si
estuviéramos en medio de este. Los dos relatos se presentan así: uno el de un viaje
de transformación interior, el otro de supervivencia en contra de amenazas
concretas. El equipo de producción se esfuerza por dar una sensación de realidad. Lo consigue gracias al preciso diseño de producción de Jack Fish,
las interpretaciones de un reparto comprometido con un despliegue físico muy demandante
y, en particular, el deslumbrante trabajo del director de fotografía Emmanuel
Lubezki. No puede decirse lo mismo de la espiritualidad que
pasajeramente aparece en forma de cuadros "poéticos" sin mayor
desarrollo narrativo. El descubrimiento de un sentido trascendental no
implica un cambio para Glass, lo que termina por volver estas secuencias en una
sucesión de imágenes sin mayor significación. Precisamente, González Iñárritu y
Smith optan por un acercamiento en el que prima el realismo crudo donde no
parece que tengan cabida las transformaciones de los personajes. En tanto esto va
agotando el interés en la historia de venganza, no permite que se dé lugar a
espiritualidad alguna.
Vale aquí tomar la comparación que se ha hecho de escenas
de The Revenant con algunas películas de Tarkovski que sirven de fuentes de referencia. El primer plano de
la película de González Iñárritu es muy similar a uno de los primeros de Stalker.
El realizado ruso lentamente nos hacía contemplar a la familia del
protagonista, con lo que va construyendo un ritmo que nos lleva a observar con
detenimiento como nos va sugiriendo las relaciones de la familia del
protagonista, Stalker (Aleksandr Kaydanovskiy). En la cinta del director
mexicano, la posición de Glass y su familia no responde a las relaciones que
luego se establecen narrativamente. El paneo es tan rápido, además, que no da
tiempo a la contemplación con que el realizador ruso construía el sentido
trascendental que comunica en sus films. The Revenant quiere ser una
meditación mística sobre la existencia, pero nunca le abre un espacio a esa
meditación.
En varias entrevistas, González Iñárritu ha señalado que su interés en la
historia de Glass radicaba en que se trataba de una que se ubicaba en el
comienzo de la explotación de la naturaleza por parte de un capitalismo
salvaje. The Revenant se entronca con la tendencia revisionista que
procura dar una versión alternativa de la historia y mostrar las
contradicciones del recuento oficial. La colonización del oeste de E.E.U.U. se
ve como un proceso caótico y destructivo en el que imperó la violencia. La
cuidadosa reconstrucción y el esmero por hacer verídico el relato sirven para
implicarnos en la "acción", pero no para juzgarlo, ni para enunciar
críticas en la vena que lo hace el director mexicano. Apenas podemos ver lo que
miran los personajes, apenas podemos meditar sobre una realidad salvaje y cruda
en la que la supervivencia ocupa todo pensamiento. Por lo demás, y a pesar de
que el director procura evitar los estereotipos, su descripción de los
indígenas estadounidenses no sale de la representación que recientemente se ha
hecho de ellos en el cine. Violentos y profundamente sabios, los indígenas
completan el conocimiento del héroe: un hombre blanco que es capaz de existir
entre dos mundos. En contraste, Fitzgerald sigue una nueva lógica de
explotación de los recursos naturales. Lo paradójico de la película reside en
que mientras el planteamiento de Fitzgerald es claro, el de Glass no termina de
armarse. La "fisicalidad" impide que el punto de vista de Glass llegué a
tener una exposición completa. Es difícil hablar de crítica y revisionismo
entonces, pues la perspectiva no da pie para que exista. Finalmente, quizás Andrew O'Hehir tenga razón al decir que más que un
homenaje a Malick, la película parece una nueva versión de Bailando con
lobos. En su faceta soft-gore, añadiría yo.
Ciertamente, The Revenant impresiona. Resulta
admirable la tenacidad con que el equipo de producción nos sumerge en el
agreste panorama del relato. Su efecto inicial se diluye, no obstante; y la
fascinación por vivir esta historia se ve opacada por su incapacidad por
conjugarla con un sentido trascendental que no termina de plantear.
Probablemente si el director hubiese preferido una simple historia de
supervivencia, el largometraje habría ganado al concentrarse en su mayor
fortaleza: la recreación vívida de hechos que han adquirido con el tiempo un
tono legendario. La ambición disminuye a The Revenant. Tal como se nos
presenta, el film es un soberbio ejemplo de inmersión en una
"acción" que, precisamente por ello, no logra compaginar la
búsqueda de sentido que propone. Los gloriosos momentos de la película son
eclipsados por esa falta de unidad. Así, el largometraje nos hacer revivir una historia terrenal, pero no nos persuade de su carácter trascendental, ni de su importancia.
Comentarios
Publicar un comentario