La bruja (The VVitch)
A principios de siglo XVII, una familia de puritanos
abandona un asentamiento por lo que parece una disputa de origen religiosa.
William (Ralph Ineson), el padre, tiene una visión tan estricta y tan terca que
prefiere construir su propio lugar en medio de la naturaleza salvaje a seguir en el mismo pueblo de que quienes lo cuestionan. La utopía de un reino de Dios en este nuevo mundo se ve acechada por
el mal, sin embargo. Paulatinamente los miembros de la familia van a ser presas de sucesos
que no comprenden del todo, lo desconocido comienza a desencadenar sus miedos.
Y lo desconocido también hará que surjan las sospechas. Thomasin (Anna
Taylor-Joy) se ve como amenaza para algunos miembros de la familia, pues está
ya madurando como mujer. Los desastres que enfrentan, indisponen a unos y
a otros.
En poco tiempo, cada uno se vuelve presa de aquello que tanto lo horroriza.
Todo lo que puede ir mal, termina mal. La bruja se torna un escenario en
que los delirios toman el lugar de lo que parece una recreación incontestable
de la vida de entonces. El mundo utópico que quisieron construir en su nuevo
hogar se va transformando en un lugar en que una naturaleza indómita los somete
a unos designios distintos a los de su moral. La bruja es una
pesadilla en la que el colono es devorado por sus demonios.
La aparición de lo sobrenatural se ve reforzada por el
esmero por darle naturalidad a la película, tal como planteaba Kubrick en una
entrevista sobre El resplandor. El uso de una lengua que se ciñe a la
que se encuentra en documentos de la época, o la construcción de la casa de la
familia con técnicas propias del siglo XVII son parte de los recursos con los
que Eggers insufla de realidad a su fantasía. El director es hábil a la
hora de ir entretejiendo el mundo fantástico -tanto de los cuentos de hadas
como de las películas de terror- con ese cuidado realismo. La bruja
cruza el cine de género con rasgos más afines a lo que sería el llamado cine de
arte y ensayo. Austeros tableux vivants sirven para construir el
tono atmosférico que impregna a la película, para darle ese aire de
alucinación. En consonancia, el director también juega con la perspectiva con
que se narra. Y mientras en apariencia nunca deje la objetividad, sugiere con
ciertos planos que parte de lo que vemos puede ser el delirio de sus personajes:
una suerte de estilo indirecto libre interfiere nuestra visión para veamos lo
que sus mentes enfebrecidas imaginan. Esta ambigüedad permite interpretar la
película tanto relato moderno que esconde una explicación racional, o la de una
ficción en que directamente se presenta una historia de terror. La combinación
suele ser efectiva, excepto cuando el director se decide por enfatizar en
demasía -como a través de una utilización de una música que resalta lo que es
claro. Eggers no evita los lugares comunes, por lo demás. En muchos casos sabe
distorsionarlos, como consigue con el desenlace que propone. No siempre logra
evitar caer en lo predecible, sin embargo. A pesar de ello, La bruja consigue
mantener un aura de misterio, así como convenir con palpabilidad el miedo de
sus personajes. Con su final, además, escapa a la narrativa corriente y produce
una ficción alternativa de las que ya se han hecho sobre el tema.
El debut de Eggers resulta auspicioso. La bruja
logra evocar el miedo de un grupo de personas con una intensidad inusual. De
modo hábil, el director hila la perspectiva de sus personajes con una
recreación cuidadosa de la vida del siglo XVII en Estados Unidos. El
largometraje ofrece una observación aguda sobre los efectos de una moral
estricta que no puede sostenerse en un ambiente hostil. Si bien puede que esto
de por sí no sea novedoso, y si bien algunos de sus énfasis subrayan demasiado,
la película de Eggers es un brillante cuento de horror. El temor de sus
protagonistas se torna concreto a medida que avanza la proyección. Ciertamente,
las represiones y el conflicto con una naturaleza que no está en consonancia
con una moral están en el centro de la historia. No obstante, el director
prefiere mantenerse en el ámbito de la fábula, del mito. Prefiere acercarse a
la perspectiva de aquellos a quienes los asaltaban demonios para cuestionar sus
creencias, prefiere mostrarlos como víctimas de un terror. Quizás puede afirmarse,
antes de cerrar, que Eggers se constituye en un verdadero heredero de lo que se
ha reducido a la etiqueta del cine independiente estadounidense. Aunque ya no
pueda hablarse de independencia propiamente dicha, en La bruja, bajo su
disfraz de cine de género, persiste la búsqueda por una representación
alternativa de lo que es E.E.U.U. Con sus limitaciones, la película de Eggers
nos logra seducir hasta hacernos sentir la asfixia de un terror auténtico.
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