Phoenix
En
medio de la noche inicia la película. Lene (Nina Kunzendorf) conduce a Nelly
(Nina Hoss) de vuelta a Berlín, tras ser milagrosamente rescatada de un campo
de concentración. Cubierta por vendas por completo, se le somete a cirugías
reconstructivas para darle un nuevo rostro. Nelly quiere volver a tener el
mismo que tenía, a pesar de las advertencias de los médicos y de Lene. La única
vida que concibe es una idéntica a la que llevara antes de que fuese obligada a
ir a los campos de su concentración, una vida que pueda compartir de nuevo con
su esposo Johnny (Ronald Zehrfeld). No obstante, cuando vuelve al Phoenix, club
en que cantaba junto a él, ya nada es igual. Johnny ya no trabaja allí como
pianista sino como dependiente y al verla ni siquiera la reconoce. Para él, su
esposa murió en los campos de concentración. Aun así, las autoridades le niegan
la parte que le corresponde de los bienes de ella. Entonces, Johnny le propone a
Nelly –para él Esther–un plan: que finja ser su esposa y así reclamar los
bienes. Ansiosa por esta de nuevo con él, Nelly acepta. El desenlace, sin
embargo, no traerá los resultados deseados. Con base en una novela de Hubert
Monteilhet, Petzold y Harun Farocki adaptan la historia a la Alemania de
posguerra. El resultado es una soberbia película que no es la historia de un
renacer, sino la del reconocimiento de un pasado doloroso y de un presente
desolador.
Petzold
se apega en casi todo el largometraje a la perspectiva de Nelly –excepto en
momentos clave. Por ello, nuestra mirada se limita a ver lo que Nelly ve y, por
ello, compartimos su búsqueda y aceptamos sus decisiones. Ese intento
por recobrar el pasado da pie a una suerte de indagación que sigue las
características del noir. El espectador se transforma en una suerte de
detective que va recopilando datos para ir armando ese pasado, cuya sombra pesa
con tanta fuerza en la película. Ahora, a pesar de que precisamente el pasado
tenga suma importancia para la trama, nunca abandonamos el presente. El pasado
debe inferirse y construirse, acumularse tal como cada evento va sumando para
que el desenlace tenga el efecto emocional que provoca. En Phoenix, la
narración avanza anclada a un presente que va revelando los secretos
paulatinamente. Esto es importante para que se pueda subrayar la distancia
entre las ficciones de los protagonistas y sus realidades, para notar el abismo
entre unas y otras. Al hacerlo Petzold comenta tanto el relato privado sobre
el que gira el film como lo que supuso la era de posguerra para buena parte de la población
alemana: una difícil reconciliación con un pasado y un presente traumático, así
como la aceptación del fin de unas ilusiones. El cascarón de la estructura
clásica le da una base al director, pero esta se va ir distorsionando por la
peculiaridad del juego de Nelly y Johnny y por la decisión de concluir la
película en contra de las expectativas. Aun cuando la potencia del final se
debe a que toda la información que se ha ido acumulando se resuelve en la
escena final, esta conclusión no se apega al molde del noir ni del
melodrama –eso sí, debe notarse que algunas películas del cine clásico de
Hollywood eran mucho más atrevidas e inventivas que la mayoría del cine que se
produce hoy, eran más vanguardistas de lo que cacarean unas que se venden como independientes o cine arte.
Así
como el fin de las ilusiones nos golpea, así cierra Phoenix. Una
película que se sumerge tan vivamente en un insólito juego que parece una
alucinación, una que se ancla tan fuertemente al pasado que parece una historia
de fantasmas. Su protagonista persigue con ahínco algo que ya no existe. El
film nos persuade de la verdad del insólito juego de suplantaciones que plantea
–si bien algunos comentaristas confunden lo verosímil con lo factible–, al
tiempo que conmueve profundamente. Petzold recurre al drama privado para
explorar las implicaciones de la Segunda Guerra Mundial y para explorar, por lo
demás, la naturaleza del amor. Con base en Vertigo, el director alemán juega
intertextualmente para cambiar el foco y contar la historia de una relación amorosa fantasmal desde la
perspectiva de la mujer que finge y ya no del hombre que buscaba develar la
verdad. El desenlace cierra con contundencia el relato, libera las
tensiones y da respuesta a las búsquedas que ha propuesto. En ello, también ha de elogiarse a
este admirable largometraje, que sabe concluir sin extenderse más de lo
necesario, como es frecuente en el cine de hoy. Su punto final llega en el
momento preciso, aunque como en toda buena ficción parezca que fuese demasiado
pronto.
Trailer
Estremece la versión de Nina Hoss de "Speak Low".
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