Trumbo (La lista negra de Hollywood)



Algunas películas son tan insulsas como esas verdades con las que todos estamos de acuerdo. Predecibles, sosas y derivativas. Son películas que siguen una fórmula juiciosamente, sin traza alguna de inventiva. Películas como Trumbo, un biopic de una de las víctimas de la intolerancia dentro de una industria que se precia por su diversidad. Sin lugar a dudas, la historia del célebre guionista, Dalton Trumbo, es importante y aleccionadora. El film de Jay Roach, sin embargo, desperdicia esa oportunidad y, en contraste, entrega una versión adocenada, si bien correcta, de las tribulaciones por las que pasó Trumbo al ser miembro del partido comunista. Es cierto que su elenco se esfuerza por darle vida a un relato que, de otro modo, no sería sino una monótona reiteración de convencionalismos. Trumbo, además, aunque vindique a quienes fueron injustamente perseguidos por sus convicciones políticas, narra en un tono que casi celebra al mismo Hollywood en que se marginó a personas por sus posiciones ideológicas. Antes que un mea culpa, Trumbo es un largometraje que simplifica una historia terrible para que encaje en el molde del héroe que se sobrepone a las dificultades.


Al principio, Dalton Trumbo (Bryan Cranston) vive su propio apogeo. Es el guionista mejor pago de Hollywood, así como un activista en favor de mejoras para las condiciones laborales. Pronto comienzan los problemas. Ante una nueva atmósfera en la que se persiguen a los supuestos aliados del nuevo enemigo -Unión Soviética-, toda posición afín con el comunismo va a ser estigmatizada. Trumbo y otros nueve escritores son llamados a comparecer ante el congreso para que expliquen sus supuestas conexiones con los enemigos. Al negarse, se les inicia un proceso que concluye con una sentencia que los obliga a pasar un año en la cárcel por desacato. Entre tanto, Hedda Hopper (Helen Mirren) atiza el odio para señalar a quienes sindica de traidores. Se elabora entonces una lista negra con los nombres de todos aquellos de quienes se sospecha tienen simpatía por las ideas del enemigo, y con ello se les proscribe de trabajar en Hollywood. A tal punto llega ese frenesí que Edward G. Robinson (Michael Stulhbarg), amigo cercano de Trumbo, testifica en su contra, como en contra de otros miembros del partido comunista, ya que de otro modo no podría volver a trabajar. Tras salir de la cárcel, Trumbo no se da por vencido. Escribe guiones de películas serie B bajo seudónimos para Frank King (John Goodman), con los que sobrevive y, a la larga, consigue acabar con el veto que pesaba sobre él. Mientras escribe clandestinamente, su trabajo ganara dos premios Oscar. Luego, tanto Kirk Douglas (Dean O'Gorman) como Otto Preminger (Christian Berke) le dan crédito como guionista de Espartaco y Éxodo, con lo que se señala el final de su proscripción. No todos tuvieron el mismo final feliz, y en la película se intenta señalar tal situación a través de la figura de Arlen Hird (Louis C. K.), de quien se cuenta su historia con suma sentimentalidad. Sentimentalidad que se extiende sobre todo el largometraje para dar una versión azucarada de un capítulo oscuro.


Cada cierto tiempo, Hollywood recurre a la historia para encontrar relatos que inspiren por ser muestras de la perseverancia que vence toda adversidad. Recientemente, por lo demás, se ha alimentado de su propio pasado, ya sea en la vena de una vaga revisitación (Hitchcock), o en una ficción más ligera -y perversa- (Hail, Caesar!). Trumbo vuelve sobre un capítulo clave, aunque lo achate y simplifique. En tanto vehículo para mostrar la historia sirve como leve resarcimiento. No obstante, la película de Jay Roach juega sobre seguro, sin nunca dar una idea muy concreta de lo que implicó la lista negra. Antes que ello, el largometraje asimila las peculiaridades de la experiencia individual a los patrones del melodrama y sus convenciones. Por breves momentos, los actores insuflan de vida a este monótono recuento de la vida de un escritor que se caracterizó por su inventiva. Es mejor concluir, pues, que el ejercicio nostálgico con que hoy se congratula Hollywood puede ser motivo para volver a sus magníficas creaciones y no a sus presentes e insulsos, si bien correctos, recordatorios.



P.S.: No hacía falta el subtítulo explicativo, como suele suceder con los subtítulos explicativos.

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