Doctor Strange


 
Ya no hay nada extraordinario en las historias de increíbles superhéroes que salvan al mundo en inusuales aventuras. Ni siquiera el deslumbrante despliegue visual de Doctor Strange la hace realmente distinta de otras películas de superhéroes. Entretenida, ligera y olvidable. Todo lo extravagante que pueda mostrar visualmente, lo tiene de convencional a la hora de contar el origen de un "nuevo" superhéroe. La película del director Scott Derrickson presenta insólitos escenarios donde se desarrollan sofisticadas secuencias de acción en un relato que no se sale de los cauces más convencionales. Doctor Strange se erige como la nueva atracción del parque de diversiones de Marvel, llena de brillo por sus impresionantes efectos y vacía por la trama fija con la que ya ha contado los inicios de otros superhéroes. Aun cuando el largometraje deslumbra inicialmente, incluso su extravagancia se va normalizando, al punto que el filme se limita a ser otra película más de un superhéroe más: una divertida, una rutinaria.


Para darle introducción a los trucos que han de inundar la pantalla, primero aparece el villano de la función, Kaecilius (Mads Mikkelsen). Entra con sus secuaces para robar las hojas de un valioso libro de hechicería. En su huida debe combatir espectacularmente al Antiguo (Tilda Swinton) por calles que ambos personajes pueden desdoblar a su antojo. Estas secuencias de acción continuarán, pero antes debe verse como el exitoso neurocirujano Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) sufre un accidente que reduce sus manos a torpes instrumentos, lo que en modo alguno disminuye su inmensa arrogancia. De hecho, Strange se irá quedando solo, sin siquiera el vago interés amoroso de su colega Christine Palmer (Rachel McAdams). Es tal la desesperación por recuperar sus hábiles manos que Strange viaja a Nepal en busca de una milagrosa curación en Kamar-Taj. Allí, se encuentra con Mordo (Chiwetel Ejiofor), Wong (Benedict Wong) y, obviamente, con el Antiguo. Este grupo antes que ofrecerles una cura a sus manos le enseña sobre dimensiones escondidas y poderes interiores de una naturaleza trascendental. Strange rechaza brevemente tales ideas, pero no pasa mucho tiempo para que las acepte y adopte sin mayor explicación. Sin tiempo para el drama, el protagonista se ve envuelto en una batalla de dimensiones cósmicas entre Kaecilius y el Antiguo. Y el resto es pura historia de superhéroes.


A pesar de las limitaciones de la trama de Doctor Strange, la película consigue, en todo caso, entretener efectivamente. En particular porque el esforzado trabajo de efectos tiene una función indispensable en el desarrollo de la historia. El ver la película en 3D se justifica de un modo en que raramente ocurre, ya que los efectos concretan un mundo increíble en que hechiceros pelean por un mundo supra sensorial. En contraste, sin embargo, Doctor Strange ofrece muy poco relato. Toda la filosofía de dimensiones paralelas y misticismo es mero McGuffin con el que se da pie a una reiterada fantasía: la de un hombre arrogante y poderoso que descubre que, después de todo, puede ser de utilidad para otros, y que, en últimas, descubre que es mejor salvar el estado de cosas actual –aun con lo horrible que sea– al cambio de las mismas (de ahí el conformismo). No obstante, quizás eso es simplemente sobre interpretar, pues el objetivo de la película es entregar un producto para una rápida satisfacción y olvido. El film de Derrickson lo consigue soberbiamente, con un diseño visual que ha de subrayarse. O, en otras palabras, Doctor Strange no es sino un divertimento más, uno alucinantemente convencional.



No puedo evitar poner un enlace a "InterestellarOverdrive" de Pink Floyd, la que aparece, sin sorpresa alguna, en la película



Trailer.
 



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