Animales nocturnos
¿Cómo funciona la ficción? Cada película formula su propia solución. Cada película afirma su arte poética. En Animales nocturnos la ficción es un espacio que reimagina la realidad para dar lugar transparentemente a fantasías de deseo y venganza. La ficción es un medio, y no tanto un fin. El segundo largometraje de Tom Ford plantea un juego de espejos y cajas chinas para contar un tóxico y simple cuento moral. Ford sabe hilar tres niveles narrativos distintos de modo ágil y efectivo, aunque lo haga de cuando en cuando con recursos discutibles. Mientras cuenta un thriller de crímenes y venganza, el largometraje es una pesadilla asfixiante que no da pie a descanso alguno, pero cuando intenta explorar la psicología de su protagonista, o al intentar darle un correlato visual al desarrollo de la trama, la película cae en imágenes obvias y recursos ingenuos. Animales nocturnos es un ambicioso y desigual filme con momentos de vibrante narración y con conflictos psicológicos un tanto manidos y, por qué no decirlo, superficiales. Ahora, antes que la repulsión y el atractivo que se supone debe provocar la película, su espectáculo se desvanece rápido frente a lo que debía ser la satírica imagen de una protagonista acosada por sus culpas, pues el retrato de este personaje no se sale del curso de lo predeterminado. A pesar de su gran destreza narrativa, Animales nocturnos se ve opacada por su relativa simpleza.
Al
principio está la evidente provocación: en cámara lenta desfilan una serie de
obesas mujeres vestidas como porristas. Se trata de las nuevas obras de arte
que presenta la galería de Susan Morrow (Amy Adams) en Los Ángeles. Susan se ve
frustrada. El éxito y el dinero no lo son todo. Su esposo Hutton (Armie Hammer)
le es infiel, en tanto que sus relaciones en general son previsiblemente
vacías. En la mañana siguiente recibe el borrador de la primera novela de su
ex-marido Edward Sheffield (Jake Gyllenhaal) cuyo título es Animales
nocturnos. Aburrida, Susan da comienzo a la lectura: en Texas, Tony
Hastings (el mismo Gyllenhaal) emprende un viaje de vacaciones con su esposa
Laura (Isla Fisher) y su hija India (Ellie Bamber). Al cruzar una desolada
carretera, la familia tiene el infortunio de cruzarse con tres malandros
encabezados por el violento Ray (Aaron Taylor-Johnson). Nada bueno se presagia.
Y nada bueno ocurrirá. Cada acto violento va a hacer que Susan interrumpa su
lectura y medite sobre el libro como regalo -su ex-marido se lo ha dedicado-, así
como que medite sobre su vida. Recuerda entonces cuando ambos (Edward y ella)
eran jóvenes llenos de anhelos e ideales, recuerdo que él aspiraba a ser
escritor, si bien sus planes semejaban puras fantasías. Animales nocturnos
hila estos tres tiempos en un solo cuento de venganza y arrepentimiento. Los
terribles crímenes que investiga Bobby Andes (Michael Shannon) en Texas pueden
desenterrar entonces otras culpas que rondan a la insatisfecha Susan. La ficción es un
espejo de otra realidad que, aunque emocionante, sirve para reflejar lo que es una imagen
plana.
Es
de notar que si bien los tres hilos narrativos están unidos con naturalidad
(pese a que haya transiciones de dudosa simultaneidad que son mejor
comentadas por Anthony Lane), una de las tres historias resulta más atractiva
que las otras. La novela de Sheffield es una suerte de violento thriller
que no da respiro. La acción y el suspense tiene un ritmo intenso y
preciso. No puede decirse lo mismo de los otros dos relatos: uno que cuenta el
conflicto entre idealismo y cinismo y que no se sale del esquema de la lucha
entre virtuosos y perversos, el otro relata la vida del círculo de Susan: una
sátira sobre las exageradas e insensibles criaturas (caricaturas) que habitan este
mundo. Animales nocturnos funciona mejor cuando lleva a sus
estereotipos a la acción, ya que entonces no hay concesiones y ya que entonces el director
narra con brutal desapego. Al lidiar con situaciones más ambiguas, el resultado
es más acartonado. Lo que debía ser delirante, resulta simplón. Esto ocurre
también con los recursos visuales con los que Ford intenta explicitar el
sentido de la narración. Al incluir imágenes á la David Lynch, la
película termina naufragando en obviedades: al punto que muestra un cuadro que
reza: "VENGANZA" para que no olvidemos que la película trata
de la venganza.
Antes
de concluir vale procurar identificar qué clase de ficción plantea Animales nocturnos.
Una novela es como un espejo que pasea a lo largo del camino, dice una cita erróneamente
atribuida a Stendhal. Probablemente Ford quiera que su ficción fuese tal
espejo, que lo que veamos en pantalla sea un reflejo de deseos y culpas. Animales
nocturnos tiene coherencia como la historia de un personaje que se ve
acosado por los fantasmas de sus propios arrepentimientos y frustraciones. La
ficción es pues un ejercicio solipsista en que cada uno no puede dejar de verse
a sí mismo. Pero claro, esa es una concepción limitada de la ficción que se
queda corta aún para cubrir los alcances de la mencionada cita. O quizás el
propósito de la película fuera ser una agudísima sátira de los personajes que
habitan los círculos artísticos de Los Ángeles (en cuyo caso sería un rotundo
fracaso). En cualquiera de los casos, el filme no logra provoca el mismo horror al
describir el mundo artístico de Los Ángeles como lo hace cuando cuenta una
historia noir en Texas. Mientras David Lynch supo amalgamar al noir con el mundo de Hollywood y la vida de Los
Ángeles en Mulholland Drive y Lost Highway, el popurrí de Ford no
termina de cuajar, ya que los géneros que articula no se logran complementar
del todo. Así, Animales nocturnos es tres películas: un thriller
brutal y brillante, un drama genérico sobre sueños rotos y una sátira
superficial sobre un gremio específico. A pesar de que la combinación es armada
con un inteligente marco, sus partes son tan desiguales que no logran conformar
un cuadro consistente. Animales nocturnos es admirable y detestable, una
película con tres personalidades que no se terminan de conciliar del todo y que no
termina de contar el horror que por momentos revela con brutalidad.
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