Cosmos (2015)
¿Qué es una novela policíaca? Un intento de organizar el caos. Por eso mi Cosmos, que me gusta llamar «una novela sobre la formación de la realidad», será una especie de novela policial.
- Diario
Witold Gombrowicz
Siempre
refresca que una película no se atenga a los parámetros de lo que se supone
debe ser una película. Siempre refresca la novedad cuando nos enfrenta tan
divertidamente a lo que uno no debe avergonzarse en llamar un carrusel emocional. Cosmos,
la última película del recientemente fallecido Andrzej Zulawski, es una soberbia
adaptación que juguetonamente trastoca convencionalismos para dar una expresión,
acaso excesiva, de las pulsiones de sus personajes en lo que es, por fortuna,
casi una historia. Con base en la novela homónima del escritor polaco
Witold Gombrowicz, Zulawski fabrica una vertiginosa y desenfrenada mezcla de
melodrama y película detectivesca. Más que las corrientes recompensas del cine
narrativo, Cosmos se arriesga a descomponer los elementos del cine de género,
a los que lleva al borde del absurdo, y con los que crea una realidad en que
las pasiones se desatan por fuera de lo que suele considerarse una pasión.
Por tal razón, sus recompensas se encuentran en ver como las pulsiones ordenan
el caos del mundo, así como en otras películas lo hacen los lenguajes, las
convenciones y los géneros. Cosmos no es únicamente una excelente y fidelísima
adaptación, sino también un satisfactorio artefacto que logra dar cuerpo al
desorden de emociones que embargan a los personajes del filme.
Witold
(Jonathan Genet) y Fuchs (Johan Libéreau) se toman una semana de vacaciones.
Deciden hospedarse en la casa de Madame Woytis (Sabine Azéma). Apenas llegan, Witold
encuentra a un gorrión colgado de un cordel azul en un bosque contiguo. Esta
será su primera obsesión. La segunda llega pronto, el labio deforme de
Catherette (Clémentine Pons), empleada y sobrina de M. Woytis. La narración
seguirá luego por caminos inesperados. La historia de la película va oscilando
entre lo que parece plantearse como un triángulo amoroso entre Witold, Lena
(Victoria Guerra), la hija de M. Woytis, y su esposo Lucien (Andy Gillet) y el
relato del potencial asesino que merodea a los peculiares habitantes de la casa.
Cosmos no termina de encajar con los moldes narrativos del melodrama, ni el
cine detectivesco, sin embargo; si bien recurre a ambos para ir avanzando en su
relato. Zulawski capta el sentido de su fuente literaria y la amolda a su
particular visión. El largometraje es una narración ingeniosa e inventiva que
recicla fórmulas en un hilo que sirve para crear algo distinto a lo que
comúnmente se llama trama.
Cada
historia -cada película- termina por configurar un mundo, por ordenarlo.
Cosmos no es la excepción. Del caos viene un nuevo orden: las secuencias,
las imágenes y los deseos. El orden que propone Zulawski es un cruce entre la
puesta en abismo del cine dentro del cine y una exposición sin ataduras de las pulsiones
-en otras palabras, una explicitación del deseo-. A la vez, el largometraje es
consciente y delirante. Consciente porque pone en evidencia el artificio cinematográfico
para que sea palpable, y para que señale una vez más que la forma en que se narra es de por sí un mensaje (una película como Cosmos dice más del lenguaje
que, digamos, una como La llegada); delirante porque el motor de toda la
acción no son los eventos que se muestran propiamente, sino las pulsiones que
imágenes y obsesiones desatan en algunos personajes. El último largometraje del
realizador polaco quizás no sea únicamente un lúcido y desenfadado epitafio
para su propia obra, sino también para ese cine de arte y ensayo -cine de autor-
que procuraba reinventar las formas cinematográficas desafiando -y usando- sus
fórmulas. Bien podría escribirse una historia del cine que va desde El año
pasado en Marienbad hasta Cosmos, cuyo capítulo final cierra con un
aullido vital e irregular (Zulawski) lo que había iniciado como un frío y estimulante
acertijo (Resnais). O mejor, para ser más optimistas, esta película es una
muestra del buen estado de salud de un cine alternativo. En cualquier caso, el
filme de Zulawski es un maravilloso desenfreno que uno espera no termine nunca.
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