Assassin's Creed




Hay películas que se limitan a ajustarse a hábitos. Por más que busquen ser variaciones creativas de historias ya vistas, terminan por caer en una solución esquemática. La adaptación del videojuego Assassin's Creed no se logra despegar de la naturaleza genérica de otras adaptaciones. Confusa y enrevesada, Assassin's Creed no consigue armar un largometraje consistente. El director australiano Justin Kurzel fracasa al querer convertir el material del juego en una de sus sobrias y sombrías y creaciones. Eso sí, el filme no está exento de sus recompensas. Es más, se toma más riesgos que otros que se limitan a repetir convencionalismos (y que luego se ven recompensados con elogios y premios). Aunque claro, las buenas intenciones no salvan a este caótico menjurje. Así intente desafiar los esquemas, la película se abandona a ellos en un espectáculo desordenado que no hace sino afirmar nuestros hábitos.


El filme comienza a saltos. Después de introducir la contienda entre asesinos y templarios, nos traslada a una España (1492) en que se habla en español, aunque el protagonista tenga un acento raro. En un corto intercambio, se nos presenta el credo de los asesinos para entonces saltar sin más a California (1986), donde un joven Callum (Angus Brown) observa a su madre asesinada y a su padre disfrazado de asesino. Ante la inminente llegada de hombres armados, Callum escapa, entre tanto observamos la inexpresiva mirada del villano Rikkin (Jeremy Irons), quien básicamente solo mira inexpresivo como villano. Un nuevo salto nos lleva al presente, Callum (Michael Fassbender) ha sido condenado a muerte y en apariencia es ejecutado.




Tranquilos, estos son solo los primeros 5 minutos. Callum despierta junto a Sofía (Marion Cotillard) en Madrid en las instalaciones de Abstergo (sí, han adivinado, fachada de los malvados templarios). Sin mayor preámbulo, Callum es llevado al "Animus" (una máquina que es una suerte de realidad virtual de las regresiones) para que se recree los recuerdos de uno de sus ancestros, Aguilar: un asesino en la España de 1492. El objetivo es conseguir la "Manzana del Edén", semilla de la primera desobediencia y del libre albedrío. Las intenciones de los templarios son previsiblemente malévolas y, por ello, los templarios han estado en conflicto con los asesinos, protectores de la Manzana. Entre un pasado de espectaculares y no muy frecuentemente divertidas escenas de acción y un presente de deshilvanadas conspiraciones, Assassin's Creed avanza sin sorpresas, como otra película genérica basada en videojuegos. Pese a que el largometraje trata de abordar temas serios y a que se incluya a buenos actores como a Charlotte Rampling, Brendan Gleeson y Ariane Labed, además de los arriba mencionados, la película reitera los manierismos de otros largometrajes de acción, al punto de no ser más que otro producto indiferenciable.


Curiosamente la película procura que el libre albedrío esté en el centro del conflicto. Toma los elementos del videojuego para presentarlos en tono de solemne acartonamiento. Y en tanto suena estimulante ver un blockbuster que abogue por la libre elección y en contra del consumismo, no puede encontrarse una película más conformista y consumista que Assassin's Creed. Esto no es siquiera una paradoja, en todo caso, ya que la mención de estos temas no pasa de ser sino un McGuffin. Ocurre de la misma manera con la relatividad moral que trata de sugerirse –los protagonistas son asesinos, al fin y al cabo–. No haya mayor dilema moral en las sucesivas muertes perpetradas por los asesinos, todas justificadas en esa vieja y maniquea división de héroes y villanos. Las variaciones temáticas apenas modifican el grueso del filme, pues no se traducen en giros significativos de la trama.



Otro tanto puede decirse del esfuerzo de Kurzel y el equipo de producción por darle un tratamiento más personal al filme. Mientras la fotografía y la música siguen un patrón similar al de películas anteriores del director australiano, estos no pasan de ser simples adornos. Se asimilan a la lógica de la superproducción –y esto es una de las repetidas historias del cine, como un autor se ve absorbido por un tipo de producción–. Aun así, hay breves destellos de ingenio, imágenes delicadamente fotografiadas, escenas (o debiera decir fragmentos de escenas) de acción absorbente. Y no mucho más. Assassin's Creed está hecha para complacer a los seguidores del juego y para atraer a grandes audiencias. Su equipo de producción lo ha intentado condimentar de modo distinto. Pero el sabor no cambia. El largometraje es un mero fracaso. En todo caso prefiero contratar mi juicio al subrayar que descartar Assassin's Creed de plano sería una –muy menor– injusticia. La película intenta ser algo más que otro blockbuster basado en videojuegos. No es más que un intento, sin embargo. Por ende, nuestros hábitos siguen siendo los mismos.


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