La vigilante del futuro (Ghost in the Shell)
Las coincidencias
obran de manera misteriosa. En la función doblada de La vigilante del futuro (Ghost in the Shell), el
único personaje que no se dobló fue Arakami (Takeshi Kitano), cuya voz se oía en japonés original. Para traducirlo, desfilaban subtítulos
con errores tan evidentes como los producidos por una máquina sin alma: una
metáfora perfecta para describir a esta nueva versión del manga japonés. La
versión estadounidense es una película asombrosa visualmente, ocasionalmente
divertida y sumamente acartonada. Ghost
in the Shell es un peculiar filme que quiere tanto retomar los elementos
del manga original como sentar las bases de una nueva franquicia. Así, no es un
remake en propiedad, sino, como ya se ha señalado, un remix que intenta tener
vida propia. Por secuencias parece conseguirlo, por breves instantes parece que,
a pesar de las polémicas, hay algo más que otro blockbuster. Pero, tal como
cualquier película de acción convencional, debe aclararlo todo. Y eso la limita
a ser otro legible largometraje de acción que no se distingue de los demás. La vigilante del futuro, la traducción
del título en español, se ajusta más como título que aquello de Ghost in the Shell (El fantasma en el caparazón, por intentar una traducción literal, o
El alma de la máquina, por añadir
otra versión). Es un popurrí de fragmentos del manga original, de cine de
ciencia ficción y de cine de acción, con algunos instantes de originalidad e
imaginación encerrados en convenciones y en esa tendencia por eliminar toda
sombra de duda. Es plano cine de acción con fobia por cualquier asomo de
misterio o sorpresa.
La película
de Rupert Sanders es en esencia una de superhéroes. Major (Scarlett Johansson)
es el ciborg más avanzado de la sección 9, cuyo objetivo es detener actividades
terroristas. Luego de una secuencia que recrea el modo en que Major es
construida, la vemos en acción. Un funcionario de Hankka, la compañía que creó
a Major, es hackeado por el 'misterioso' Kuze (Michael Pitt), quien ha identificado
a personal de dicha empresa como sus objetivos. De modo predecible, esto se
convertirá en una amenaza para ella, pues se relaciona con secretos de un
pasado que no le deja de atormentar (en la medida en que un robot pueda estar
atormentado). Más que las elucubraciones místico-filosóficas con las que coqueteaba
el anime original, la película narra el origen de una superheroína. En otras
palabras, Ghost in the Shell podía
ser una versión del origen de la Viuda Negra. Pero la generalización no es
justa. La versión de Sanders procura respetar dicha vena filosófica en el
caparazón rígido del cine de acción más convencional. Algunas secuencias tienen
una genuina extrañeza y por momentos la película logra generar un vago interés
en su protagonista. No obstante, en líneas generales, todo se ajusta a las
indiferenciables cualidades de un blockbuster. El largometraje es un producto
que quiere enlazar el cine comercial con uno que satisfaga a los fanáticos del
manga. El resultado es un revuelto que se añade como una mercancía más lista
para perderse en las pilas del cine de entretenimiento.
Hay
secuencias que engañan. Major decide 'sumergirse' en la memoria de un robot
geisha con el que se perpetró el hackeo al funcionario de Hankka. La escena es
espeluznante y evocativa, ya que es una suerte de descenso a los infiernos
digitales de una información que está a punto de desvanecerse. Entonces la
película es imaginativa y sugerente. Sin embargo, esto no se sostiene. Son
flashes de ingenio dentro de una suma de retazos desiguales de múltiples
referentes encajados dentro de una trama esquemática. La búsqueda de Major por
descubrir quién es no se integra al convencional desarrollo de la historia del
origen de una superheroína. El filme se Sanders fracasa en dramatizarla, pues
ni los eventos de la trama se refieren a esa búsqueda de identidad, ni a la
protagonista se le da mayor espacio para que tenga más que una dimensión
monolítica de hábil y noble máquina de matar. Las polémicas por el cambio de
raza empalidecen frente a la llana repetición de lugares comunes, debido a que
no hay mayor diferencia entre una protagonista asiática o caucásica que
mecánicamente sigue los tropos de los superhéroes. Ignati Vishnevetsky interpreta la homogeneización de los personajes como un modo en que la película
señala (y problematiza) la desaparición de las identidades nacionales –la japonesa
en este caso en particular–. Sobreintrepreta, en mi opinión. Ghost in the Shell da pie para que se
comience a suponer en reflexiones que nunca se desarrollan, su centro no tiene
nada que ver con meditaciones filosóficas, sino con una sucesión de esmeradas
superficies visuales atadas por la más anodina de las tramas.
La ciencia ficción ha
sido un terreno fértil para la especulación y reflexión sobre los cambios que sufre una sociedad con la aparición de nueva tecnología. Ghost in the Shell se complace hacer de
ello un McGuffin. El 'ghost' que le
daba un aura mística y existencial al original ha sido vaciado en la versión de
Sanders para ser un llano elemento con el que se le da color a una trama
insípida. Esta versión se preocupa excesivamente en copiar superficies, en contraste. Hay planos
recreados con exactitud casi mágica de la película de anime del 95. Durante una
de las persecuciones en ambas versiones la acción se detiene en el plano de un
personaje que observa el cielo: mira que entre los complejos residenciales
emerge la sombra de un avión. Y en tanto en la película de Oshii
se trata de un momento de inesperada poesía, por estar enmarcado en una
narración de alcances existencialistas, en la nueva es una interrupción vacía
en una secuencia de acción. Las elucubraciones filosóficas son pretextos –o "glitches"
(fallos técnicos)– que irrumpen el curso de una narración transparente.
Mientras la película del 95 sorprende por sus inusuales implicaciones de una
filosofía algo enrevesada, la nueva se dedica a repetir tropos. No hay asomo de
misterio, pues algún personaje, intertítulo o flash-back explicará los huecos de la trama. Esta nueva Ghost in the Shell guía al espectador de
la mano para que habite el mundo seguro del origen de una nueva y atractiva heroína robótica, y ya
no el más ambiguo en que las máquinas parecían haber desarrollado almas. Así, la
versión de Sanders termina desperdiciando los momentos de vida y evocación que
surgen de vez en cuando en la película, del mismo modo que desperdicia el gesto
de curiosidad e indescifrabilidad del Major de Johansson (que al margen de las
polémicas hace un muy buen trabajo). Ghost
in the Shell se contenta con ser un desigual popurrí de cine de acción con
apariencia de ciencia ficción, cine que sacrifica sus propias cualidades para
dedicarse a jugar a lo seguro.
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