Pierrot el loco



Suele citarse la respuesta de Samuel Fuller en Pierrot el loco para definir qué es el cine: Una película es un campo de batalla; el cine es el amor, el odio, la acción, la violencia y la muerte –emociones, en otras palabras–. Suele también olvidarse que el director estadounidense dice estar en París para filmar su versión de Las flores del mal. Visto de otra manera esto puede ser una forma de definir qué tipo de película es la de Godard. Qué otra cosa es Pierrot el loco si no la adaptación de la visión romántica de Baudelaire hecha por Samuel Fuller; con intermedios musicales, claro está. Con otros tantos añadidos de otros géneros, además. Por fortuna hay películas que se resisten a las clasificaciones fáciles. Por fortuna hay cine que todavía se regodea en contradecir sus propias definiciones, pues la película tanto es fiel a la definición de Fuller, como es también su refutación. El cine es un campo abierto en que todo se encuentra por hacer, un espacio en que todo confluye: ficción, documental y crítica. O, en otras palabras, el cine es un lugar en donde todo es posible, aunque aquí todavía se dedique a contar una historia.


Pierrot el loco está basada en una novela de Lionel White. Su relato guarda similitud con otras películas de Godard del mismo período. Ferdinand (Jean-Paul Belmondo), aburrido, quiere cambiar su vida. Al reencontrase con Marianne (Anna Karina), una antigua amante, rompe con su vida para sumergirse de lleno en una aventura que lo ha de llevar a un callejón sin salida. Una visión romántica en que el protagonista lucha contra fuerzas que lo superan, con una realidad que conspira contra él. Pierrot el loco es una nueva encarnación del ideal romántico visto a través de una reinvención crítica del cine del Hollywood clásico. Godard parte de esta anécdota para moldear con ella su propia versión, pero en particular para crear una experiencia estética distinta a la que corrientemente se tiene con las películas. El cine no es un mero artefacto de contar historias, sino que sirve, al mismo tiempo, para comentar sobre la misma historia que contamos, para criticar el modo en que se hace y para crear un filme que desafía los paradigmas narrativos y a su vez los usa.


Desde el inicio Godard altera las convenciones cinematográficas. Los créditos de los protagonistas, el título y el nombre del mismo Godard van formándose al completar las palabras en orden alfabético. Mientras esto ocurre la voz de Ferdinand lee un texto sobre Velásquez de un libro de historia del arte. En corte directo vemos primero a una tenista jugar, un atardecer en París y finalmente a Ferdinand que le lee este texto a su hija en la bañera. El peculiar comienzo no solo rompe con el modo tradicional en que las historias intentan hacer desvanecer nuestra incredulidad, sino también propone su propio método narrativo. Uno que se basa en una asociación simultánea de distintos referentes y métodos artísticos. Por ejemplo, de modo reiterado se muestran cuadros de Picasso durante el metraje, incluyendo a uno de los Pierrots y, en particular, un retrato de Jacqueline. Ahora, en una escena en que Marianne y Ferdinand escapan, el montaje no sigue el orden lineal, sino que se muestra la fuga con una especie de edición cubista, una que intenta mostrar todas las perspectivas de un escape. Ese cubismo dinamita la noción de linealidad que nos hemos acostumbrado a aceptar como el método corriente de narración en el cine. Estas múltiples perspectivas están atadas por una suerte de monólogo interior con el que los personajes reflexionan sobre lo que se muestra en pantalla, o en el que ellos citan otros referentes que servirán de base para experimentar otros modos narración con los que la película irá avanzando.


Ahora, lo paradójico de Pierrot el loco es que es una película tremendamente melancólica, una, además, muy emocional. El largometraje controvierte la noción de cine Fuller, pero también le es fiel. Por todos los métodos asociativos y reflexiones que se incluyan, Pierrot el loco es todavía el relato de un insufrible romántico que se ve envuelto en una trama de traiciones y crímenes. Mientras la cantidad de referentes hace que el filme no sea tan accesible –siendo, valga decirlo, uno de los que más lo es en la filmografía del realizador francosuizo–, estos les da una estructura con los que la película puede seguir un esquema diferente al de las narraciones convencionales. El objetivo de Godard consiste más en crear una experiencia estética que se imponga sobre el mero hábito de las historias. Aquí, entonces, el cine es más un evento plástico. Pierrot el loco es una de las múltiples versiones que en su larga filmografía ha compuesto el realizador con el fin hacer un cine divergente. Una versión, en el caso de Pierrot el loco, en que supo hilar ese relato –y su crítica al modo en que se cuentan los relatos– con una forma alternativa de hacer películas.


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