La defensa del dragón
Las ciudades encierran vidas grises y anónimas, vidas
que parecen resistirse a las transformaciones del tiempo. La defensa del
dragón logra visibilizarlas. Retratar sus ansias y mezquindades. La ópera prima
de Natalia Santa da cuerpo a la existencia de tres personajes que viven al
margen. Bien es cierto que los diálogos suenan acartonados, como también que
algunos giros son tan esquemáticos como los de los más corrientes melodramas. la
defensa del dragón consigue crear una imagen genuina de sus protagonistas,
sin embargo. Sus dramas se van tornando concretos por la observación metódica
de los espacios que habitan, por la acumulación de detalles, por serle fiel a
esos personajes, antes que sujetarse a la tiranía de una trama. Cuando el
largometraje finaliza, uno ya cree reconocer a estos habitantes, y en esa
capacidad para conjurar una realidad hay todo un arte. La defensa del
dragón es un estimable filme en la medida en que muestra las peculiaridades
de aquellos a quienes retrata, a pesar de que al hacerlo haga uso de narrativas
formularias.
La vida cotidiana de Samuel (Gonzalo Sagarminaga),
Marcos (Manuel Navarro) y Joaquín (Hernán Méndez) no se sale de una serie de
hábitos y rituales entre los que se incluye la visita al club de ajedrez
Lasker. No parece haber porvenir para ellos, especímenes que no han cambiados
sus rutinas en el curso de los años. La defensa del dragón dedica su
metraje a mostrar el paso de los días, sin mayores aspavientos, sin giros inexplicables
–excepto una que otra coincidencia propia de los más convencionales melodramas–.
La película de Santa nos invita a convivir con ellos para de ese modo entender
sus dramas, para así comprender lo que para ellos significa una pequeña
transformación, cuando no el resistir del todo a cambio alguno. Es esa atención
lo que dignifica al filme y lo hace escapar de los mismos convencionalismos
sobre los que se apoya para dar cuerda al relato.
Esquematismo y autenticidad. Son dos facetas que
conviven en el largometraje. Así, por ejemplo, vemos que entre los rituales de
Samuel se encuentra visitar a Joaquín en el local donde trabaja arreglando
relojes. En tanto el lugar es mostrar con esmerada veracidad, en tanto las
imágenes sugieren que es un sitio encerrado en una suerte de burbuja, los
diálogos suenan falsos, desprovistos de toda la complicidad de la que se
suponen están cargados. A su vez, la misma escena concluye con los personajes
oyendo tangos y rememorando viejos tiempos, como solo se hace en las películas.
La escena es a la vez acartonada y genuina. Ahora, lo que le permite al filme
dar una idea consistente de sus criaturas es una observación metódica, es
implementar una narrativa que, en definitiva, se atiene más a registra con perseverancia
las rutinas mínimas de tres hombres. La partida entre Joaquín y Samuel se irá
repitiendo como esas costumbres que se van vaciando de sentido, como esas
costumbres que se van volviendo la vida. La realizadora va utilizando toda una
imaginería para exponer a tres criaturas solas, sensibles y perdidas.
Es posible ver en la dualidad del largometraje una
tensión que recorre buena parte del cine colombiano. Por un lado, un cine que
intenta narrar historias menores a través de los elementos propios del
melodrama y la comedia costumbrista, por otro, un cine que busca encontrar
formas narrativas alternativas a estos géneros. La defensa del dragón
contiene elementos de ambos, para bien y para mal. Durante su desarrollo paree
irse vislumbrando una solución: al registrar entornos y comportamientos la
realizadora encuentra una alternativa con la que supera y rompe el esquema que
ha marcada la filmografía colombiana durante años, con ello consigue narrar
la vida de sus personajes. Y así es que podemos reconocer sus debilidades y
fortalezas, su frágil humanidad. La ópera prima de la realizadora colombiana
es, pues, una película de dos cabezas: un filme desigual y una emocionante promesa, una promesa que ya nos
entrega un recuento de unos días en los que se plasman los deseos, las ansias y
el dolor de unos personajes que hasta ahora habían sido invisibles.
Tráiler
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