Amazona
Varios
viajes cruzan Amazona. En primer lugar, el incesante periplo de Valeria,
que continúa todavía hoy en el Amazonas; en segundo, el de una hija que intenta
seguir los pasos de una madre para así poderla comprender; por último, el de personas
que han tratado de vivir bajo sus propios términos, con mayor o menor fortuna.
El documental de Clare Weiskopf se plantea como punto de encuentro entre dos
mundos diferentes, como lugar de conciliación y de ilustración de un conflicto,
además. La realidad de madre y la de la hija se encuentran frente a nuestros
ojos para que comprendamos un poco más qué significa ser madre, qué hijo. Amazona
narra un viaje que conduce a la reunión de dos generaciones distintas. No se
limita, pues, a dar cuenta de los pasos de la vida de su protagonista, Valeria,
madre de la realizadora. El largometraje parte del retrato de una persona que
ha roto paradigmas sociales para concluir con un emotivo testimonio de las
relaciones familiares. La historia personal se transforma en una vía para
cuestionar los roles impuestos socialmente, al tiempo que relata lo que
implica, tanto para Valeria como para su entorno, el vivir de modo distinto a
como lo hacen la mayoría de personas en nuestras comunidades. Acaso ese sea el
motivo por el que Amazona no termine de plantear lo que por segmentos nos
hace vislumbrar: la historia de alguien que vive en contravía de los preceptos
sociales, siendo solo fiel a sí mismo. A pesar de esto, Amazona es un
admirable largometraje que consigue producir un retrato apasionado y doloroso
de una mujer valiente.
En
esencia, Clare cuenta la vida de su madre, una inglesa que emigró a Colombia
tras casarse con Alberto; pero que unos años después, asfixiada, decidió
separarse y vivir bajo sus propias convicciones. Valeria tuvo luego otras parejas,
otros hijos, una vida errante entre el Reino Unido y Colombia. Su búsqueda de
realización personal se impuso como meta sobre cualquier otra noción, incluida
la de la maternidad. Esta narración está cruzada por otros relatos, como el
de la propia hija que intenta descubrir las motivaciones de las decisiones
que tomó su madre, o el calvario que vive Diego, hermano de Clare, que no ha
podido superar su adicción a las drogas. Amazona encadena todas estas
narraciones como si fueran capas que van revelando nuevas dimensiones de un
mismo fruto. Aun cuando no todo termina de encajar y de que algunos de los
hilos del documental quedan inconclusos -si bien con ello refleja el que en
nuestras vidas las historias en realidad nunca termina-, la conjunción da una
idea de un ser complejo y contradictorio. Amazona es una admirable
indagación que busca hacer del documental un vehículo para ahondar la
comprensión sobre quiénes somos.
Naturalmente,
el escoger por título Amazona no es inocente. No sobra recordar que el
término se refería a la comunidad de guerreras que vivían en una sociedad distinta
de la de los griegos. Mujeres que no encajaban dentro
del rol que cumplían en la visión griega y que, por lo demás, eran vistas como
amenaza. Al romper con los paradigmas, Valeria termina por emprender una
existencia que se aleja de los preceptos sociales corrientes. Amazona es
una versión intimista sobre lo que ocurre a una persona que vive contra la
corriente, se trata de un documento de lo que significó ser una amazona de
siglo XX contado en primera persona. La película de Weiskopf se enmarca en una
tendencia en la que el documentalista es la estrella, aquí con entera
justificación. El que sea la misma Clare quien narre, con voz pausada y plana, es
consecuente con la aproximación del filme: las imágenes que vemos y las voces
que oímos son de individuos frágiles y comunes que como nosotros narra su
historia. Nuestros testimonios no pueden ser falseados por una voz que dramatice
con otras claves nuestro dolor y alegría. Evidentemente esto tiene sus
limitaciones. Asumir nuestra perspectiva es reducirnos a ella -y eso ocurre con
el largometraje-. Amazona es un destacable filme que procura mostrar en
todas sus facetas el destino de una persona, con todo lo extraordinario y
discutible que ello tenga. Es un honesto y valiente esfuerzo por descubrir a
otro, y así descubrirnos a nosotros.
Alivia un poco la perspectiva de tu crítica sobre cómo la voz pausada y plana de la narradora no puede ser de otra manera, en todo caso. A mí me estaba molestando, porque era como quien lee con otra voz lo que ella misma siente. Como leer con voz impostada, ajena, lo que uno mismo escribió.
ResponderEliminarTenía ese raye con la película, aunque se agradece siempre que cada vez más que se toque el tema tabú de las mujeres que deben, por presión social y por norma de rol femenino, renunciar a ellas mismas, a su persona y a su propia vida, para darse a los demás: hijos, esposos, padres.
Gracias por la entrada, Felipe.
Agradezco tu comentario. Mientras veía el documental la voz de la realizadora me parecía un muro, pero con el paso del tiempo creo que es algo inseparable a la perspectiva que adopta la directora. Sin ella, la película se desdibujaría, perdería la autenticidad y la capacidad para cuestionar los preceptos sociales que se acostumbran a aceptar como verdades.
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