Epifanía
Epifanía comienza de noche.
Una madre ha muerto, una hija, en su duelo, sueña con su regreso. La película
concluye con otra mujer dando a luz. Un ciclo termina y otro empieza. Y Epifanía
nos invita a vivir en un paréntesis en que las experiencias del duelo y el
nacimiento, aun cuando ocurran en distintas latitudes, se unen en un solo
cuadro. Los realizadores Anna Eborn y Óscar Ruiz Navia proponen una
documentación de las ficciones a que recurrimos para enfrentar a la muerte y la
vida. Se trata de un filme que gira sobre las reacciones frente a estas situaciones,
más que alrededor de una narrativa convencional que use esos relatos con que
hacemos de tales eventos situaciones digeribles. No debe juzgarse a la
película, pues, según los parámetros del cine convencional. Entre experimento y
registro desnudo, entre argumental y documental, Epifanía surge de la
confluencia de distintos tipos de acercamientos y sensibilidades. Probablemente
de ahí proviene la sensación de falta de unidad, de ahí también que parezca una
sucesión de imágenes inconexas. Pero también es esa diversidad la que hace de
este un filme fascinante. Una película que plantea un insólito enlace entre
miradas diferentes para revelar los efectos de la pérdida y el nacimiento.
Dividida en 3 episodios, Epifanía conecta tres escenarios
independientes como las etapas de un solo viaje, viaje que va del dolor del
fallecimiento de un ser querido a la emoción por recibir a un nuevo miembro de
la tribu. Cada uno de los episodios tiene un tratamiento diferente: del
riguroso y, por momentos, acartonado relato onírico inicial, pasando por el
libre y conmovedor trasegar de un duelo en el trópico, para concluir con el
asombro espontáneo de un nacimiento en invierno. Epifanía los contiene
como facetas de una única búsqueda. Eborn y Ruiz Navia logran encajar a grandes
rasgos a las 3 partes en una sola travesía. La estructura abierta a nivel
narrativo y estilístico tiene como patrón unificador una intención, la de
captar la experiencia sensorial de quienes pasan por tales trances. Asimismo,
la madre de Ruiz Navia aparece en los tres episodios con roles ligeramente
distintos. Sin embargo, no todo encaja en Epifanía. La diferencia entre
el más bien esquemático episodio inicial y la espontaneidad del de cierre más
que contrastar parece subrayar una desigualdad entre dos películas distintas.
Es una desigualdad que debilita a un largometraje, cuyo atractivo reside en
buena medida en el riesgo que toma a la mezcla estilos y formas de filmar con
miras a dar una vista caleidoscópica de los efectos de muerte y vida.
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