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The Post (Los oscuros secretos del pentágono)
Todos los días ocurren noticias cruciales, todos los
años aparecen películas que celebran una forma distinta de heroísmo. Somos las
víctimas de la indiferencia que produce nuestros hábitos. Una sombra de esa indiferencia
alcanza a caer sobre la estimable The Post (subtitulada Los
oscuros secretos del Pentágono). Un filme cuya relevancia inicialmente
parece provenir del modo en que la historia del pasado hace eco en la del
presente. El largometraje de Steven Spielberg no se queda ahí, por fortuna. Se
concentra en mostrar los conflictos de personajes que protagonizan la noticia
crucial sobre la que gira la película. Aquí podemos recurrir a Ricardo Piglia y
la distinción que hacía entre relato visible y relato secreto: todo
cuento narra ambos, todo cuento narra dos historias. Una explícita que sigue
los hechos concretos tal como se muestran, otra interior, que sin decirlo va a
sumar pistas para darle verosimilitud al giro con que concluya el cuento. En
otras palabras, el relato visible en el filme de Spielberg muestra como The
Washington Post decidió revelar documentos que evidenciaban un plan
sistemático de ocultamiento por parte del gobierno en torno a la guerra de
Vietnam. El relato secreto se contenta, por ejemplo, con presentar la manera en
que Kay (Meryl Streep) decide enfrentar sus propias inseguridades y hacerse
dueña de un periódico del que ya lo es. Paradójicamente, este segundo relato
salva el filme de ser un redundante canto al heroísmo.
Clásico como es Spielberg (de nuevo según las tesis de
Piglia), en The Post nos da indicios de ambos relatos y los resuelve
atando todos los hilos. Pero mientras la historia secreta resulta
perspicaz y precisa, la otra parece casi irrelevante. El director
norteamericano da muestras de estar más interesado en una introspección de la
que antes apenas había dado señales. Hay incluso imágenes geniales en la película en ese sentido: Ben Bagdikian (Bob Odenkirk), uno de los reporteros del Post
cuya fuente le suministra la filtración del gobierno, contacta a su fuente
desde una cabina telefónica fuera del edificio del periódico. Al hacerlo, vemos
la imagen distorsionada del personaje en el reflejo del teléfono metálico
(acaso un correlato del proceso interior del personaje). La historia visible
no es tan satisfactoria. Un recuento académico (por académico, digo Oscars) de
un heroísmo que debemos admirar. The Post vive así dos suertes
distintas: por un lado, se trata de una inesperada historia sobre individuos
que en medio de la adversidad deciden sortear sus miedos; por otro, celebra
casi acartonadamente los ideales nobles de una nación compleja que a un tiempo
los proclama y contradice.
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