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The Square (La farsa del arte)
Olvidemos por un momento el subtítulo. The
Square pudo ser solamente la sátira de un curador que no alcanza a
ver el tamaño de su impostura. Una impostura casi inocente. Pero la
película no se contenta con ello. Luego viene el arte, luego viene la farsa.
Naturalmente todo se complica. La lucidez y la obviedad conviven en un filme en
el que sus realizadores parecen estar demasiado convencidos de su propia
autoridad. La ambición se queda corta, sin embargo. The Square propone
una suerte de narración híbrida que alterna sketches con una dramaturgia
clásica, una narración que no termina de cuajar. Así, la película ofrece una mezcla de placer y frustración. Avanza a trompicones,
secuencias humorísticas y lúcidas desfilan a la par que escenas de
observaciones tópicas y torpes. Más que un híbrido, el largometraje es un
violento y desigual Frankenstein.
Al ser premiado con la Palma de Oro en Cannes, se la
celebró como un antídoto a la corrección política que infecta al planeta. En
sus momentos más brillantes, lo es (como cuando Anne (Elisabeth Moss) confronta
al curador, Christian (Claes Bang)). Pero también es un prepotente filme que
parece fiarse en exceso de sus caricaturas, uno que ni siquiera, por lo demás,
logra decidirse si en transformarse en sátira hecha con base en performances
e instalaciones, o en una clásica farsa sobre la impostura. The Square
resulta a un tiempo irregular y admirable, una soberbia historia sobre las
contradicciones de un burócrata del arte y una pequeña y engreída farsa sobre
el mundo del arte.
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