El sacrificio de un ciervo sagrado
Casi al final El sacrificio de un ciervo
sagrado se rompe. Martin (Barry Keoghan) le explica a Steven (Colin
Farrell) con una "metáfora" el por qué de su venganza. Una
explicación que busca inquietar al espectador por la crudeza de sus imágenes, una explicación
dicha literalmente a mordiscos. La transparente intención de provocar no
termina por surtir efecto, sin embargo. En el mundo de las explicaciones, todos
estamos a salvo. La más reciente película de Yorgos Lanthimos perturba hasta
que decide hacer explícitas sus intenciones. El desconcierto que produce el
desenlace opaca lo que de otro modo sería un inquietante largometraje. Sin ser
una película de género, el director griego recurre a elementos del cine de
terror y el melodrama para alimentar su peculiar estilo. En la mayoría del
filme consigue un cruce verdaderamente extraño: una película de terror que
explora las contradicciones de la clase acomodada y de la institución familiar.
Al introducir sus fuentes (el mito de Ifigenia) y explicitar en voz de los
personajes sus motivaciones, no obstante, se alivia la tensión. El filme
termina siendo más cercano al cine comercial de lo que inicialmente aparenta.
De hecho es, si se quiere, una película Lanthimos-Hollywood.
Glenn
Kenny criticó a Langosta, película previa de Lanthimos, citando
el concepto que diera Buñuel de las películas de Marco Bellochio: filmes que
burdamente buscaban provocar con lo obvio, filmes que se reducían a un catálogo
de vulgaridades. Y aunque creo que es injusto achacarle tal concepto a Langosta, si se ajusta al tramo final de El sacrificio de un ciervo
sagrado. La película resulta fascinante como mezcla de lo genérico y del
estilo personal hasta que su realizador decide ponerle altavoz a las
observaciones que tiene sobre las relaciones familiares. Lo que sugería con perspicacia,
se torna en un superficial espectáculo macabro. Ahora, mientras esto no es
un motivo para desestimar del todo a esta película, ni al cine de Lanthimos, si
le da un sabor amargo a lo que de otro modo sería un filme turbador. En otras
palabras, la película sacrifica el misterio para conformarse con un dudoso sentido.
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