The Florida Project


La eternidad debe parecerse al tiempo de vacaciones. Libre de la presión de los compromisos y las fechas de entrega. Tiempo inmóvil. Todos lo hemos vivido: trabajadores, niños y desempleados. The Florida Project capta esa sensación de tiempo estático, pues se ocupa de niños y desempleados. El nuevo filme de Sean Baker nos convence de estar observando la realidad de un grupo marginal que vive a la sombra de los parques de diversiones de Orlando. Sus realizadores imitan esa esquiva lógica de la realidad, que diría Piglia, al punto que incluso esa sensación de tiempo detenido que flota en el aire durante nuestros recesos es la que se impone como avance del tiempo del largometraje. El tiempo de los marginados. The Florida Project nos hace espectadores del día a día de una población que vive a los costados de un lugar prefabricado como paraíso de descanso. Fiel a los anhelos, características y contradicciones de ellos, la película presenta un persuasivo recuento de quienes sobreviven junto a una fantástica tierra prometida.




Verano. Moonie (Brooklyn Prince) y sus amigos dedican sus días a vagabundear por entre moteles, pastizales y casas abandonadas. Cada salida promete ser un terreno fértil para las travesuras y las aventuras. Entre tanto, Halley (Bria Vinaite), su madre, apenas puede conseguir el dinero para pagar el alquiler semanal de una habitación de Magic Castle, el motel en el que viven. Magic Castle es, de hecho, toda una comunidad variopinta de personas de bajos recursos para los que Bobby (Willem Dafoe), el administrador del lugar, debe tratar de encontrar un punto medio entre el rigor y la flexibilidad. The Florida Project traslada el decurso cotidiano de manera plausible para que  lo veamos como la realidad cercana que es.


Sean Baker dice haberse inspirado en las películas de Our Gang para el desarrollo del filme. Lo que es notorio a un nivel superficial, en particular en la manera en que se desenvuelven las acciones de la trama. Pero el acercamiento de los realizadores le da un mayor interés a captar una realidad social específica de los EEUU. A su manera, Baker es tanto heredero de Mike Leigh, como del realismo sucio de Raymond Carver. Inclusive podía denominarse al cine que practica como Neorrealismo Pop ¿Quién hubiera creído que en el mismo vecindario de Disney se encontraba el escenario perfecto para una película neorrealista? The Florida Project visibiliza las miserias de una realidad que no aparece con frecuencia en las películas estadounidenses comerciales. Sin explotar la pobreza, el director la muestra, acaso retomando el ideal de que al hacerlo, al mostrar lo real tal cual es, se podrá rescatarlo, se podrá dar pie a una visión humanista. 
 


No puedo evitar mencionar el final del filme. A diferencia de la mayoría del metraje, la unidad de la película se rompe al introducir una especie de final fantástico, un irónico happy-ending salido de la imaginación de su protagonista. La cercanía con Disney constituía toda una tentación, ya que así se subrayaba el contraste de dos realidades. Y en tanto el título de por sí ya apunta a esto (un comentario sobre el fracaso de un proyecto utópico, y, por qué no, de cierto fracaso de las políticas estadounidenses), el desenlace lo remarca de un modo innecesario. Quiebra con la estética del filme, con su lógica, por así decirlo. Se trata de un provocación, claro está (más si se tiene en cuenta que para filmar en Disney World no se solicitó permiso alguno). También se trata de un gesto: una forma concreta en que los realizadores señalan como la cultura pop se vuelve un modelo sobre el que construimos nuestras identidades y deseos. Un final que, por lo demás, da una idea exacta de hasta qué punto el filme es heredero del mentado neorrealismo. Si tomamos el final de Alemania, año cero, por ejemplo, la película de Rossellini concluye de manera trágica y existencial, reflejo del zeitgeist de posguerra; el final de The Florida Project, en contraste, refleja el estado de cosas actual: uno en que impera más la ironía y la ambigüedad. El reconocimiento de las diferencias, así como de sus puntos en común, puede llevarnos a comprender los distintos intercambios que moldean aquello que denominamos cine. The Florida Project se añade como una estimulante adición que da testimonio de la vida de quienes sobreviven a la sombra de los parques temáticos, una realidad asombrosa y fantástica que apenas ha comenzado a explorarse.
 






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