Zama
El Zama de hoy tuvo como antecesor la novela
de Antonio Di Benedetto. A su vez, la novela imaginaba una ficción que rompía
con los paradigmas de las crónicas e historias de la colonia. En todas estas
sucesivas reescrituras persiste el afán por atrapar la experiencia vivida.
¿Cómo era la vida colonial? ¿Qué significa, después de todo, vivir en América?
La versión de Martel no intenta ser un fiel recuento historiográfico (se basa
en una ficción), ni quiere replicar las representaciones de las películas y
novelas históricas. Por ello, se toma libertades y altera de manera deliberada
su puesta en escena –por eso incluye a personas de color en papeles que no
estaban incluidos en la novela–. La imagen alternativa que busca la directora
trata de darle voz a quienes han sido silenciados por historiadores y
cronistas. Zama intenta revelar una verdad no dicha a través de su épica
en voz baja.
El filme se divide en 3 secciones que siguen la
narración episódica y fragmentaria de la novela. A Don Diego de Zama se le ha
prometido su pronto traslado a España para estar junto a su esposa e hijos.
Pero el lento avance de la burocracia lo ancla a la colonia. Gradualmente irá
reconociendo que el traslado y la espera de una vida futura no se materializarán
y que su vida se reduce a lo que ocurra en suelo americano. Lugar en que
corteja sin éxito a la esposa de un ministro, se enzarza en una pelea con su
secretario, se ve obligado a mudarse a una ruinosa pensión por no haber notado
que uno de los funcionarios dedicaba las horas laborales a escribir una novela,
tiene un hijo con una indígena y se enrola en una misión que busca atrapar al
legendario bandido que ha asolado la región, y al que han matado en varias
ocasiones. Zama narra todos estos eventos como episodios separados que
afectan progresivamente la conciencia del asombrado protagonista.
Desde el comienzo el uso del sonido sirve para
dar paso a una suerte de voz interior del personaje. Las escenas son
interferidas por diversas voces que hablan en tono profético o simplemente deliran.
No se trata entonces del dispositivo ortodoxo en que un personaje narra
ordenadamente una historia para el espectador, sino es más bien un monólogo
interior con que se va mostrando los cambios que sufre el protagonista. Este
tratamiento sonoro se conjuga con las variaciones de encuadre que marcan cada
una de las tres secciones de la película: más cerrados en la segunda y más
amplios en su desenlace. Zama adapta la narración de Di Benedetto a
través de estos procedimientos, los versiona para darle un nuevo sentido: el de
la ruptura de unas concepciones –la mentalidad de Zama como parte de la corona
española– a otras que se derivan de la experiencia en un territorio nuevo.
Resulta destacable el filme de Martel al convenir la mutación de este personaje
de modo plausible e iluminador.
La ficción es una forma de apropiación de
territorios, afirmó Martel en el libro Estéticas de la dispersión. Zama
se presenta como un ejemplo perfecto de tal propósito. Ya no vemos el
relato oficial, ni las representaciones con que se ha estereotipado a la
colonización de América (y también, por qué no, la historia de las nuevas
naciones independientes). Ahora se reescribe desde las voces asordinadas esta
Historia, para así observar la corrupción e ineptitud de los gobernantes, el
desapego de los funcionarios, el aura legendaria que se ha otorgado a los
bandidos y la inmensa melancolía que embarga a los americanos. Todo esto hace
parte de Zama. Una película que desde su relato mínimo aspira a ser una
película total. Un filme que busca quebrar los paradigmas establecidos para ir
sembrando las ansias por explorar todo lo no-dicho sobre la Historia de este
rincón del mundo. Zama es una invitación a iniciar una expedición que
narre, de manera más ajustada, la experiencia de los individuos que han quedado
ocultos a los grandes relatos históricos. Así, el objetivo que persigue el
filme consiste en pasar de las imágenes establecidas a aquellas que se adecúen
a nosotros.
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