Verano 1993



Es de noche cuando Frida parte para su nuevo hogar. Todavía no sabe muy bien cómo será su nueva vida, ni en qué consiste el vacío que han dejado sus padres. Verano 1993 reconstruye los meses en que una niña se ve obligada a hacer parte de una nueva familia al haber perdido la suya. Sus realizadores son fieles a la perspectiva de su protagonista, como también lo son al avance cotidiano, extraño a las inflexiones dramáticas recurrentes. La ópera prima de Carla Simón hereda tanto de Ozu como de Rohmer. La aparente ligereza de su anécdota da pie para una reconstrucción detallada de la vida diaria de su protagonista, a la vez que busca indagar en el modo en que la obligada inserción de una niña en una nueva familia afecta a la niña y transforma las dinámicas familiares.


Con base en su propia experiencia, la realizadora española fabula a partir de los recuerdos. No es una copia exacta de hechos pasados, sino que se utilizan estos como puntos de partida. La autobiografía da una materia prima con la que se puede dibujar el día a día de un niño que cambia de entorno. A pesar de que el aire personal invoque a Truffaut (y sus filmes sobre Antoine Doinel), la perspectiva se asemeja más a la de Rohmer y sus Comedias y proverbios. Las anécdotas en apariencia intrascendentes eran las fuentes desde la que se revelaban los dramas mínimos de unos protagonistas que así develaban su naturaleza. Así también ocurre en Verano 1993. Por ejemplo, el modo en que a Frida le afecta la pérdida de su madre va revelándose paulatinamente, a través de ritos íntimos como el llevarle objetos a una figura de la Virgen, quien intervendría para llevarlos a su difunta madre. Simón, entonces, continúa una tradición de relato moderno en que los conflictos salen a la luz de manera oblicua, del mismo modo en que ocurre en la cotidianeidad.


A medida que pasan los minutos, el drama interior se va develando. La difícil inserción en una familia, la carga del duelo, la estigmatización de quienes se sospechaban eran portadores del VIH. Verano 1993 sobresale porque muestra todos estos conflictos como resultados naturales del ajetreo cotidiano. La inadecuación que siente Frida aparece como consecuencia de sucesos casi intrascendentes (un regalo de su abuela, un enfado con su hermanastra, etc.), se van acumulando para crear de manera progresiva el retrato de una niña sumida en el trance de pasar de una familia a otra, de una vida a otra. Verano 1993 nos confronta con la realidad del duelo en los ojos de quien lo sufre. Lo hace en tono menor, modesto, oblicuo. Un tono que se ajusta a nuestro diario vivir. Esta ópera prima es una digna reconstrucción del drama de quienes se ven obligados a abandonar un hogar para comenzar a vivir de nuevo en otra casa. El abandono de una vida y el paso a una nueva, aunque suene grandilocuente, aquello es lo que logra narrar este pequeño y maravilloso filme.





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