Después de la tormenta


 
Two friends asleep
years locked in travel
Good night my darling
as the dreams waved goodbye
-Leonard Cohen


Contar un final resulta agotador. Los finales pueden durar días, meses, años incluso. Después de la tormenta relata una larga jornada en que su protagonista logra, por fin, aceptar su presente. El filme de Hirokazu Koreeda hace palpable la sensación de desolación y melancolía de quien sufre por tratar de revivir una relación acabada. En el tono menor que caracteriza los últimos largometraje del realizador japonés, Después de la tormenta concentra nuestra atención en las en apariencia mínimas transformaciones diarias de una galería de caracteres humanos del Japón contemporáneo. Una estética que tiene como precedentes tanto a Ozu como a Chéjov. Koreeda limita la narración al transcurso de un largo día durante el que Ryota (Hiroshi Abe) intenta conciliarse con su pasado, así como con su ex-esposa y su hijo. Tal como ocurre en nuestra cotidianeidad, nada sucede de repente. Cada día parece una variación mínima de un día ya vivido. Después de la tormenta elude las soluciones fáciles. Este melodrama evita la tan favorecida historia de las segundas oportunidades. Más bien, en el rescate de la peculiaridad de la historia de sus protagonistas, se encuentra un sucedáneo de redención, y no en el torcer el destino de manera más dramática. Curiosamente, si se puede criticar algo en la película es en que situaciones y personajes estereotípicos aparecen con frecuencia. Por ejemplo, el modo en que se delinea la relación del hijo de Ryota con el novio de su madre, o el papel que juega Shinoda Yoshiko (Kirin Kiki), la madre de Ryota, ya que estas no se salen de esas  formas preestablecidas en que el posible padrastro resulta un personaje antipático, o en que la madre siempre es comprensiva y afectuosa.


A pesar de ello, el drama central de Ryota conmueve. El deseo de Ryota por escapar a la sombra de su padre ha sido infructífero, su frustrada carrera como escritor lo ha visto conformarse con un trabajo que detesta, su fracasada relación con su ex-esposa lo obsesiona. Todas estas situaciones no son obstáculo para sentir empatía por el protagonista, para comprender, pues, la carga que lleva en sus hombros. Sin pintarlo con excesivo sentimentalismo, la película logra construir un retrato humanista y compasivo. Después de la tormenta logra convenir la desazón de quien ha caído en un aparente callejón sin salida. En las escenas finales del filme se alcanza a vislumbrar una luz. Aceptar un presente al tiempo que conciliarse con el pasado puede ser el primer paso para superar lo que parece como una situación sin salida. Koreeda nos persuade, con un dejo sentimental, de la autenticidad de su retrato. Después de la tormenta narra el cierre de un drama menor, que como sabemos no empieza ni se cierra como solemos imaginar, sino que avanza con el paso lento que lo hace nuestro día a día.





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