Bogotá según Hollywood
A propósito de Sicario: Día del soldado
En Peligro
inminente (Clear and Present Danger) el agente de la CIA Jack
Ryan (Harrison Ford) se ve envuelto en una conspiración que involucra una
fuerza paramilitar auspiciada por el gobierno estadounidense para luchar contra
los carteles de la droga. Ryan tiene que venir a Bogotá, una ciudad llena de edificios encalados en cuyas terrazas se apostar francotiradores con metralletas y bazucas. Las imágenes combinan a una ciudad que se asemeja a la Bogotá real con lugares más parecidos a una ciudad mexicana. Latinoamérica fue asimilado como una extensión de México. Colombia se
distinguía entonces por ser un país sumido en los atentados que perpetraban los
carteles de la droga en las grandes ciudades, lo que ha pervivido como imagen
de un país que se imagina como campo de batalla hasta en sus capitales. Y en
tanto es innegable la violencia colombiana, la espectacular sucesión de
explosiones y tiroteos corresponde más al cine de acción al que pertenece la película. Bogotá no es más que una extensión de los pueblos de los westerns vueltos ciudad.
Un sitio más como aquel al que en concluía The Wild Bunch, con
forajidos estadounidenses enzarzados en un sangriento tiroteo. De hecho, casi así debe entenderse que la escena del tiroteo ocurra en una calle que parece más pueblo del oeste –pueblo del norte de México– que capital.
El mismo año en que se
lanzó Peligro inminente, se estrenaba El especialista.
Película de acción que comenzaba en Bogotá, un lugar ubicado en medio de la selva
junto a una represa. Mientras la ciudad no aparecía en la secuencia, este
largometraje parece imaginar a la capital colombiana como un sitio perdido en
la jungla. El trópico equivale a selva. Más recientemente, en Sr.
y Sra. Smith, vemos a esa Bogotá de clima cálido. Una ciudad que sigue
siendo sacudida por las explosiones, como por los militares de uniforme caqui.
La pareja protagonista se conoce bajo los tórridos rayos solares y la
vegetación exuberante de la selva. La apariencia no cambia el fondo, sin
embargo. Colombia, y Bogotá más exactamente, sigue siendo un feroz campo de
batalla en que la lucha de grupos criminales asalta a los pobres ciudadanos del
común. Una visión simplificada que sirve para proveer de telón de fondo a las
convencionales tramas de acción que pueden ocurrir en cualquier lugar. La
inexactitud de los detalles es una consecuencia de que se trata de un mero
espacio necesario para ejecutar una acción que bien hubiese podido ocurrir en
cualquier otro sitio –ya sea el modo en que Ray Quick (Sylvester Stallone)
descubre que uno de sus compañeros es un psicópata, o que la pareja de los
Smith se conoce–. Ahora, resulta útil anotar que, aunque se filmen esas
imágenes en la ciudad, el resultado puede ser similar. Al ver el tráiler
de Mile 22, tengo la impresión de que se sigue con esta tradición.
A pesar de que las imágenes sean tomadas en Bogotá, la capital parece ser
descrita como el anónimo sitio en que un nuevo filme de acción tiene lugar. Me
apresuro a juzgar, no obstante, pues solamente tengo un avance como base de mi
juicio. En todo caso, creo que no descubro nada al afirmar que muchos de los
prejuicios se perpetuaran dentro de una industria que sigue produciendo
largometrajes con narraciones esquemáticas como base de su producción fílmica.
Volvamos a Sicario: Día
del soldado. El breve pasaje por la capital no resulta relevante en un
filme que procura dar una visión un tanto más matizada de la guerra contra las
drogas. Si bien esta segunda entrega termina ajustándose más a los tópicos de las
películas de acción, la historia puede leerse como un cuestionamiento a las
políticas estadounidenses a este respecto. Sus intenciones se ven menguadas por
combinar el cine de género con una estética más próxima a la de filmes como Zero
Dark Thirty. Los realizadores no logran unirlos en Sicario: Día del soldado. El largometraje se convierte en una desigual mezcla que es más
incoherente que lúcida. Ahora, al tratar de mostrar una imagen más real sobre
la lucha contra las drogas resulta un tanto más incómodo su representación de
Bogotá. Con tal propósito uno supondría que las imágenes serían más fieles con
lo que es la ciudad. Pero en la noche, la capital no es sino un sitio donde
quienes se ocultan pueden volverse invisibles. Acaso esa sea la
visión que tengan de nosotros, en todo caso. Acaso esa sea nuestra ciudad, aunque nos neguemos
a aceptar la posición que ocupamos para nuestro pesar. Bogotá no es más que un
peaje en una historia mayor, no es sino un peón en la lucha contra las drogas.
Con lo molesto que pueda resultar, ¿no es ese el lugar que muchos de nuestros
gobiernos han aceptado cumplir frente a Estados Unidos? Ver las demás
realidades de la misma ciudad depende del cine que se produzca en Colombia.
Claro, sin olvidar que esas realidades pueden ser de nuestro gusto o no.
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