La maestra de kínder: La ansiedad del entusiasta


Contrario al lugar común, todos reconocemos, en mayor o menor medida, que el cine no es un lenguaje universal. Las muchas versiones de otras películas que se hacen en Hollywood de filmes exitosos en otras latitudes tienen como motivación más que el mero propósito comercial. Los motiva traducir lo extranjero para llevarlo a un terreno conocido, para hacerlo propio. Pero esto no es sino una forma de introducir un afortunado remakeLa maestra de kínder, el largometraje de Sara Colangelo, traslada ingeniosamente el original israelí a Nueva York, aun cuando al hacerlo lo reduzca y traicione (como pasa con cualquier adaptación). Al casi prescindir del aspecto trascendental y social del original, la versión estadounidense se concentra en el drama menor de un bienintencionada y fantasiosa aficionada. Esta película es más mundana, lo que acaso sea una evidencia de la diferencia que hay entre una cultura y otra.


Lisa (Maggie Gyllenhaal) lleva más de 20 años enseñando en un Kindergarten. Resulta evidente su aburrimiento. A pesar de su familia y de su trabajo, ella anhela ampliar su campo de acción, por lo que ha comenzado a tomar clases de poesía. La inaudita sorpresa de encontrar entre sus alumnos de preescolar una promesa de la poesía altera la tranquila abulia de la profesora. Celosa y fanática, Lisa convierte su deseo por proteger a Jimmy (Parker Sevak), su talentoso alumno, en su nuevo propósito vital. Los realizadores logran a un tiempo mostrar las razones por las que Lisa cree contribuir a su comunidad, así como lo carente de sentido común que es su proceder. La maestra de kínder relata la ansiedad del fanático que cree que sin su intervención ha de permitir que desaparezca un tesoro invaluable. La ambigüedad que tiñe a la película hace que no simplifique su trama a un cuento moralizante, ni a un alegato furioso en contra de una sociedad que desprecia a las artes. Colangelo prefiere exponer un relato turbio en el que simpaticemos con el delirio entusiasta de Lisa.


Ver una versión de una cinematografía distinta de una misma historia permite notar como se enfatiza, amplia o reduce un aspecto u otro de un relato, rastros de un sesgo cultural que acaso esté desapareciendo dentro de una creciente homogeneidad. La versión estadounidense de La maestra de kínder se centra en el drama individual de su protagonista al tiempo que limita la presencia de la religiosidad y el comentario social que permeaba al filme original. Para la realizadora, el centro se encuentra en esta profesora víctima del aburrimiento que de pronto cree haber hallado un modo de redención como promotora de un poeta. Este drama inquieta y emociona, en particular cuando vemos la cara de desasosiego de Lisa, quien busca salir de la prisión de sus frustraciones. No ocurre así cuando vemos a otros personajes, ya sean los hijos de la profesora, o su ayudante en el salón, o la niñera de Jimmy. Los personajes secundarios se limitan a encajar en un estereotipo determinado. Esto, no obstante, resalta la ansiedad de Lisa, su odio por el medio que la rodea, esto se vuelve una motivación para las decisiones que va tomando a medida que avanza el largometraje. De esta manera los realizadores consiguen mostrar en qué consiste la amargura y el inconformismo que caracteriza a la ansiedad del entusiasta.





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