Un método peligroso


Si imagináramos a un hombre en los albores del siglo pasado, en pleno imperio Austro-Hungaro, quizá no haríamos sino describir inútilmente las preocupaciones de nuestros días. Un ejercicio de espiritismo sería casi el contar un drama con dicha perspectiva, ya no la nuestra, sino la de ellos, que hace tantos años se fueron, y enmarcados en ese mundo que parecía eterno, el glorioso imperio Austro-Hungaro, que ya no es más que una referencia en los libros de historia. David Cronenberg ha intentado tal en Un método peligroso. Un drama que no tiene cómo protagonistas personas como las de hoy, pero cuyos ecos aún nos llegan en muchísimas maneras. Buena parte de legados culturales  y de los modos de pensamiento que hoy se estudian y aplican nacieron entonces. Ese pasado ya está extinto, pero perviven sus consecuencias. Por eso resultaría dudoso realizar una cinta con tales presupuestos. Cronenberg mismo ha denominado su cinta como una forma de "resucitar" dicho mundo. Lo hace con puntillosidad, sin los excesos visuales que todavía se asocian con su nombre. Es persuasivo, convence. Así debió suceder, nos decimos. Es de todos conocidos que ese pasado, como tal, no se habrá de recuperar, y, sin embargo, Un método peligroso es suficientemente persuasivo para hacernos creer que pudo haber ocurrido como nos cuenta.

 
Un método peligroso cuenta las relaciones que tuvieron Sabina Spielrein (Keira Knigtley), Carl Jung (Michael Fassbender), y Sigmund Freud (Viggo Mortessen) durante los albores del siglo. Es la adaptación de un obra teatral de Christopher Hampton, que también firma el guión, titulada The Talking Cure. A su vez, la obra teatral de Hampton se basaba en el libro de John Kerr, A Most Dangerous Method. El filme plantea una especie de reconstrucción de las relaciones que entablan estos tres personajes desde el momento en que Sabina es internada en el hospital de Burghölzi hasta cuando ella, ya curada, se ha convertido en una respetada psicoanalista y emprende entonces su regreso a su natal Rusia.
Con tales líneas argumentales uno aguardaría una cinta histórica, pero esa etiqueta reduciría lo que propone Un método peligroso en realidad. Glenn Kenny observa, por ejemplo, que la cinta es una película de terror -y debe entenderse eso dentro del contexto histórico que Cronenberg está queriendo "resucitar". El logro del cineasta canadiense reside en borrar las convenciones de un género, cine histórico, al ser fiel a la idea de reconstrucción: es decir, no sólo de los decorados, vestuario y maneras de una época en particular, sino en un intento de recreación de un drama con la perspectiva, que imagina Cronenberg, había de ser la de aquellos años.


La diferencia entre buena parte del cine histórico reside en que el drama -y el terror- de Un método peligroso reside en las circunstancias de aquel entonces, y no en mecanismos transferibles a muchas otras historias de muy variadas épocas. Hoy ya Sabina no sufriría lo indecible si se excitara al ser azotada, hoy el affaire entre Jung y Sabina no supondría una caída tan irremediable como supone a los ojos de Freud. Cronenberg opone al recurso común de una trama con superficiales motivaciones en el pasado, una en la que sus motivaciones son profundas, abstractas me atrevería a decir. No se trata, por ejemplificar, de la imposibilidad de amor entre un hombre y una mujer de distintas clases sociales -que además se ha reducido a una fórmula; sino a cómo un acto afecta la vida de unas personas en circunstancias muy particulares. Sabina sufre de su enfermedad al principio porque no puede aceptar que le excita el que la azote su padre, por todo lo que implica eso en su contexto social. Cronenberg plantea el conflicto en unos términos que imaginamos serían los de ellos, y así conjuga  al verificable contacto entre estas personas el tratamiento de un drama, o más profundamente de una película de terror contenido.


Cronenberg es recordado por las imágenes perturbadoras y explícitas de sexo y violencia que contienen sus películas, y por ello puede parecer que en Un método peligroso encaja más en un cine más convencional. En la reseña de Kenny el crítico subrayaba que la contención de las imágenes convertía las escenas en que Jung le da latigazos a Sabina en una culminación más perturbadora que toda la galería de imágenes grotescas de filmes anteriores. Tiendo a concondar con Kenny en que la escena es perturbadora en la medida en que comprendemos que para estos personajes lo que hacen va mucho más allá de un actuar normal para los cánones de la época, aunque es exagerado decir que es más perturbadora que por ejemplo los delirios de su adaptación de El almuerzo desnudo, por escoger sólo una de las cintas anteriores del director.
La anormalidad es uno de los ejes de la filmografía de Cronenberg, y por eso encajan perfectamente Jung y Sabina en su galería de anormales. No tanto como protagonistas de la génesis de las tendencias psicoanáliticas, sino como sujetos que transgreden lo que es visto como convencional en su sociedad. Sabina encuentra placer en el masoquismo y Jung encuentra un placer que antes no había experimentado. En consecuencia, su adaptación a la sociedad se tambalea, aun cuando ambos no desean marginarse de ella. El drama de Un método peligroso residen en esa dislocación. El terror que supone Kenny se halla cuando la sexualidad de una mujer amenaza con destruir el equilibrio que aparentemente la sociedad buscaba restablecer mediante las instituciones que trataban a enfermos mentales.


Las escenas de sexo entre Sabina y Jung son filmadas vistas desde espejos, sin desenfado, aparentemente sin pasión. Esa frialdad es el modo en Cronenberg imagina que en la sociedad de la época la contención se llevaba hasta la cama. El espejo, por otra parte, es el reiterado símbolo que alude a la identidad, por solo nombrar una de sus connotaciones. Es casi un modo clásico de filmar. Recientemente, lo decía también comentando Eastern Promises, Cronenberg parece haberse acercado a un cine más convencional, más comercial. No hay extravagancia visual alguna en Un método peligroso Aquí me arriesgo, sin embargo, a notar que, por lo menos en esta cinta, lo que intenta es más arriesgado. Utiliza un cascarón clásico, narración convencional, para llegar a un grado de abstracción, casi como si realizase un cine de ideas.


Entre las críticas negativas se ha resaltado que la película es cerebral, fría y repleta de diálogos interminables. En mi opinión es verdad que es cerebral pues en el fondo gran parte de la cinta intenta mostrar como distintos avatares afectan las psiquis de varios personajes. Casi se trata de ver cómo las ideas de ellos son transformadas por el contacto con unas nuevas realidades. Cronenberg es completamente anti-convencional al poner énfasis en las ideas, y por ende disminuir a la trama como motivante de reacciones. Si en Una separación la trama le daba espacio a que las posiciones de los personajes se expresasen y dialogaran, en Un método peligroso la trama no es más que un marco que en la lejanía produce cambios, como si fueran una malla invisible que poco importa para ver el eje de la cinta. O mejor, es como si la película ocurriese en capas, en primer lugar el desarrollo de ideas de los personajes y de sus evoluciones, en segundo las imágenes de ellos actuando, y en una última capa esos avatares de giros e inflexiones que producen una serie de eventos, o trama.


Cronenberg, además, usa el diálogo de un modo inteligente, del mismo modo que Bergman lo hiciera en sus películas. Si un personaje habla largamente, contando una experiencia o incluso filosofando, produce una especie de narración doble. Lo que cuenta, e imaginamos, y su imagen de alguien que cuenta. El énfasis en el diálogo es lo que da su cualidad de cerebral, de abstracto. Ejemplarmente Cronenberg muestra en las primeras escenas el tratamiento de Sabina, mientras ella habla casi frente a la cámara, y Jung escucha detrás. Hay dos narraciones allí, la de las imágenes y la de Sabina. Cronenberg intenta hacer su planificación algo invisible -y en eso sería clásico, pero al mismo tiempo pone otra narración en cámara. Esa otra narración puede resultar más transgresora que la imagen convencional que vemos. Esta combinación muestra como Cronenberg ha ideado formas de cambiar su tratamiento visual y, a un tiempo, ser fiel a sus propias inquietudes.



Aun con todo esto Un método peligroso no deja de ser una elaboración imaginaria sobre qué pudo ser de aquel entonces.Una aproximación a un drama posible con personajes que una vez fueron reales. Hoy las ideas de ellos pesan, y han dado paso a legiones de seguidores y críticos. Casi que sus propuestas descubrieron un mundo nuevo e inesperado, una de las novedades que trajo el siglo XX. Las teorías de Jung y Freud se discuten todavía en nuestros días, y para algunos como si fuese una cuestión absolutamente vital. Cronenberg no cede a la tentación de tratar esto con ribetes heroicos, muestra personajes confundidos que hacían cuanto estaba a su alcance para avanzar en un campo del conocimiento. Procuraban persuadir a otros de la importancia sobre aquello que decían descifrar. Un método peligroso crea un cuadro en el que se perciben las complejidades de los que pudieron ser Sabina, Jung y Freud


Casi termino acá. Antes quiero recordar unas escenas. Un personaje que resulta central en el avance de la historia es Otto Gross (Vincent Cassel), psicoanalista y cocainómano. Freud envía  a Gross para  que Jung lo trate, pues su libidinoso comportamiento y sus vicios lo hacen un tipo no deseado. El resultado es que Gross seduce a Jung para que finalmente comience el affaire con Sabina. Las palabras de Gross convencen a Jung. No hay que reprimir nada, le dice, y ante alguna objeción por permitir que una paciente que quería suicidarse lo hiciera, responde hieráticamente, la libertad es la libertad. Jung cede a las ideas de Gross, lo han persuadido. Una idea que crece en el cerebro como un parásito. Más tarde, y esto no es el azar pues el guión de Hampton lo ha dispuesto así, cuando Freud y Jung emprenden un viaje a Estados Unidos, Freud dirá que va llevando la peste. Acaso sus teorías, sus persuasiones no nos han sino convencido de algo, le han dado un sentido a una experiencia confusa. Tal vez haya un comentario ahí sobre las corrientes psicoanalíticas, o tal vez sólo sean ingeniosos juegos de palabras. Es como mi propia voz que intenta persuadir al lector de las cualidades de Un método peligroso. Algo misterioso ocurría en la vida de ese entonces, Freud y Jung intentararon iluminar aquella parcela. Kerr ha tratado luego de iluminar el trabajo de ambos, y de Spielrein; y Hampton luego con base en ello trató de añadir lo propio, a lo que siguió Cronenberg, que es el que hoy reviso. Ese ciclo repetitivo es tal vez la marca inevitable en la que queda viviendo un misterio para siempre. Entre tanto, como fantasía histórica, Un método peligroso despide luz como Faulkner decía que la literatura lo hacía, como un fósforo que ilumina una noche de plena oscuridad en el campo. Lo que vemos a través de ella es cuánta oscuridad nos rodea.


P.S.: Recomiendo la discusión que propone el mismo Glenn Kenny sobre qué es lo cinematográfico. Cintas como Un método peligroso son acusadas de no serlo, sobre todo cargando un lastre que proviene de su origen teatral. Kenny expone argumentos, convincentes en mi opinión, para mostrar que lo que se denomina cinematográfico es mucho más amplio que lo que algunos comentaristas y críticos creen.





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